miércoles, 21 de septiembre de 2011

La morbidez de los recuerdos...

El reloj marcaba ya más de las 3:00 am, me sentía ciertamente incómodo; no era la primera vez que pasaba mi noche en vela ni mucho menos la ultima, cosa en la que me gustaba creer. En el transcurso de esa casi eterna madrugada no paraban de azotar contra mí las complejas ideas que me habían asediado desde la última vez que la vi, era inútil fingir que no la extrañaba, después de todo el llanto, que por ella era,  había incomodado a los vecinos del apartamento 505 hasta el 512; es decir todo el pasillo que se asemejaba a un largo camino para llegar al abismo de los ya no vivos, aquellos que cubrían la 24 horas de mi tiempo en sus ruidosos autos y en su hipocresía grabada en sus rostros que parecían máscaras de porcelana fina.
Mi estado era absurdamente deplorable, me sentía tan desorientado, tan confuso,  los recuerdos parecían fotos vistas hace años.  Y poco a poco esa dispersión mental comenzó a disiparse hasta que logré recordar la mayoría de mis penas.
Llego a mi mente como desde pequeño me sentía enfermo, el amor me parecía completamente abrupto, la gente engordaba en su propio ego, la filantropía solo era una estúpida obra de caridad llevada de la mano del lucro y la relativa bondad de las personas.
Recordaba como me sentía desde pequeño, como la gente parecía devorar a la demás gente como yo, me figuraban al horrendo monstruo que se oculta en nuestra oscuridad interna. De pronto comencé a recordar  mi reunión con una antigua conocida muy cercana a mí. Las reminiscencias de antiguas anécdotas con ella como siempre me obligaba a hacer lo correcto, desde cepillarme los dientes hasta separarme de la mujer que amaba simplemente por que su personalidad estaba llena de vicios y como ella decía conocerme bien me convenció de que la dejase pues eso afectaría mi aparente rectitud y sentido del deber.
Cuantas veces no recurrí a ella en el amor, que parecía haberme abandonado cuando mi querida se fue con esa arrogante expresión de desprecio hacia ella, pero es que  era inevitable tenía que hacerle caso a una aparente razón,  ella era mi hermosa voz, musa de mi encanto, apacible dulzura que me era imposible contradecir. En mi aparente felicidad externa ella me abrazaba cálidamente, en mi pútrida  tristeza me abrazaba y limpiaba mis lágrimas y me cantaba hermosas canciones para poder dormir.
  Decidí llamarle pidiéndole un favor, el simple hecho de que me escuchara pues siempre que lo necesitaba se encargaba de mi cuando me sentía así,  siempre acababa hablándome al oído de que tan bueno era, que tan valiente y lo fuerte  que era para soportar la frivolidad del mundo actual, la sorprendente hazaña de sobrevivir al cruzar ileso un mar de omnívoros  dispuestos a tragarme.
Pero la noche tenía algo peculiar además de ese  tibio viento, denso y con olor desconocido, me sentía completamente desesperado con una angustia carcomiente que me devoraba por dentro, me sentía asfixiado,  me sentía completamente decaído y exaltado, comenzaba a sudar y sentía como todo se veía mas grande y mas chico en un mismo instante mi cuerpo no paraba de temblar, una vocecilla que me gritaba a lo lejos no dejaba de acosarme, me sentía tan vacio, con un instinto que me era completamente desconocido… un deseo de explotar.

Los hechos durante la reunión me siguen siendo dispersos, siento un agravado dolor de cabeza pero extrañamente más ligero. El tiempo se detenía a mi paso, cada vez me llegaban más y más y más imágenes a la mente, comencé a recordar como la dulzura de su piel resucitaba mi tacto muerto y como cruelmente esa tibia morbidez se desvanecía poco a poco.        
Aun recuerdo exactamente las palabras que salieron de su boca la última vez que la vi:
 -¿Qué ha pasado?  ¡Sentía que te era completamente necesaria¡ ¡Que era parte de ti como tu de mi, sentía que éramos completamente perfectos, uno para el otro¡
Aun recuerdo bien como aquella dulzura y belleza casi angelical se bañaba de lágrimas, el llanto irrumpió mi cruel acto y decidí apartarme rápidamente de la escena gravemente confundido y con una desesperación casi macabra.
Decidí sentarme en el sillón de terciopelo, sudando, lleno de imágenes difusas en color sepia, me parecía un juego de locura, un juego de ajedrez en el que ambos contrincantes están en el abismo de la locura, en el perfume casi cruel de la ansiedad.
El tiempo comenzó a correr de nuevo, mi pulso desaceleró lentamente, me sentía confundido, como si hubiese  regresado de tan prolongado y horrible letargo, como si mi pesadilla fuese una ilusión realista y arriba de mi estuviese un maldito titiritero moviéndome de un lado a otro en este cruel escenario de la toxicidad mundana,  probándome el amor apartado de mi pero no apartado de los omnívoros del exterior.
Sus desconcertantes y dulces palabras retumbaban en mi cabeza, chocaban como granizo en una ventana, estaba asqueado de tan iluso que fui y de tan monstruosa apariencia emergía de mi, acompañaba me durante mis incómodos suspiros un vaso de Whisky  combinado con Ron mitad a mitad, perdí la cuenta desde que ambas botellas quedaron casi vacías y desde que mis cigarrillos se redujeron solo a tres. Pero es que de verdad me sentía incomodo me sentía rotundamente odiado, odiado por mis compañeros de trabajo que acabaron por abandonarme el día de hoy  sin siquiera llamarme para preguntar como estoy, odiado por mis padres que  siento que defraude por completo, odiado por ella a quien de verdad amaba e intente mostrarle que era la mejor persona para ella en este mundo, pero mas importante odiado por mi mismo.
Resolví levantarme un rato de mi melancólico asiento  e ir a la cocina por más cigarrillos e ir al baño a empapar un poco mi rostro lleno de pena. La sorpresa fue grande pues al verme al espejo note manchas desconocidas en mi camisa me sentía tan exaltado por la magnitud de estas y su color tan penetrante que irónicamente se me hacia tan familiar, al intentar quitar las desconocidas manchas mire directamente al espejo, perplejo mis gritos se ahogaron en un mar de horror y desconcierto, me sentía completamente asustado, de nuevo mi pulso volvió a acelerar e impresionado caí al suelo, en carcajadas casi malignas y llorando en confusión.
Me sentía completamente horrorizado, de pronto las nauseas me invadieron, me arrastre por el piso del baño chocando con las paredes irracionalmente  como si una parte de mi quisiera escapar por completo de ese loco cuadro y otra me mantuviera mirando ese pavoroso  paisaje  digno de verdadera locura.
El tiempo transcurría lento decidí sentarme recargado contra la pared del pasillo intentando serenarme, intentaba recordar lo que había pasado, cosa que me serenaba y a la vez me sacaba de quicio, cerré mis ojos buscando la respuesta y poco a poco veía claramente las imágenes podía recrear por completo la historia.

Veía mi entusiasmo al abrir la puerta tras la llegada de mi visita. La sonrisa mostraba en mi rostro una aparente serenidad llevada de la mano con esos toques matizados de desesperación. Opté por invitarle un trago y poco a poco comenzamos a dialogar, pensaba por completo que esas carcajadas cortaban el ambiente lúgubre y siniestro que percibí antes de su llegada, lo sentía por completo, pero mi idea era completamente errónea al darme cuenta de que las carcajadas solo eran mías, llenas de un tono fuera de mi como si otro antiguo compañero tomará mi lugar, ese viejo loco que siempre acababa nuestras platicas con sus estúpidos actos impertinentes, me veía riendo y llorando como un maniático enfurecido mientras le reclamaba a gritos el por que me arrebato mi aparente felicidad, no paraba de gritarlo fuertemente , para lo que ella respondió:
-¿Arrebatar? Tú eres el único que como prioridad has escuchado mi voz, no has de enjaretarme los terribles errores de tu relativa perfección. ¿Amor? No es amor por lo que has de llamarme, solo lo haces como una simple justificación a tu miedo, a tu completa ineptitud y vacía sustancia de tus actos. ¿Cómo puedes llamar “arrebatar” cuando quien ha dejado el amor irse furiosamente  fuiste tu?, como puedes convertirme en eso, en un simple escape en una miserable ruta de evacuación.
Rompí  coléricamente, con furia completamente asesina, decidí introducir mi mano en su pecho y desgajar el alma que dentro de él yacía, todo mientras gritaba:
-No hay justificación alguna, eres ángel del infierno, rosa de espina venenosa, calabozo de tibio perfume, perdición de dulce placer, error perfecto de hombres como yo, tuve que amarte  como los enamorados al ocaso, me bañaste con tu esencia de flores marchitas y me enervaste el alma, conciencia mía conciencia de mi, ángel de alas terribles, ¡aléjate de mi! ¡Vete!,  desaparece de mi vista traicionera de tersura hermosa.
Las imágenes pasaban una a una sentía el tibio desvanecimiento de mi condena, me sentía ligero pero absurdamente vacío, su cálido semblante veía desvanecerse y me sentía agobiado, su precioso color veía marchitarse como los tupidos arboles en otoño.
Cuando volví en si después de ver tan terribles imágenes, mi angustia regresó corrí desesperadamente a abrazar el cuerpo de tan hermosa figura, me sentía tan abatido, completamente arrepentido, imploraba en gritos sollozantes al cielo que regresara. Sentía que era inútil, decidí tomar su cabeza entre mis brazos y abrazarla intentando igualar la tibieza de su cuerpo y entre lágrimas lastimeras le hable al oído:
-Cálida flor que me acompañas no te marchites, semblante de mi bondad no has de abandonarme, imploro a la luna tu regreso mas eterno, te pido perdón como el arrepentido a su fin, ¿haz de regresar conmigo? Con tus ojos claros como el agua, tu rostro fino, tus dedos de seda dulce que han de resucitar mi tacto muerto, tu estela brillante y fulgurosa he de extrañar, tus abrazos por las noches y encontrarnos en sueños lejanos, ¿has de regresar a mí? Dueña de mis andares, rostro de mi eterna bondad, ¿has regresar a mí?.......
El alba se esclarecía y poco a poco la luz nos ensombrecía, mis lágrimas eran amargas completamente amargas, cuando decidí besar su frente por ultima vez, el rose de su piel latente con la mía tuvo que reanimarme, vi de nuevo sus hermosos ojos de profundidad desconocida, misteriosa y casi infinita, tomo mi mano como siempre lo hacía secó mis lágrimas, después me abrazó cálidamente como siempre y susurró a mi oído:
-Es hora de ver el cielo, amado mío…..
La miré lleno de alegría y respondí:
-  Has de arrullarme con tus palabras dulces, rostro hermoso de mi bondad.

**POEMA DEL MÓRBIDO A SU BONDAD**
De noche las angustias crueles desaparecen una a una,
Has de mirarme profundamente y he de sentirte tal cual eres;
Los astros nos miran a lo lejos, como ojos parpadeantes,
Y tú, sólo tú, has de revivirme con tu fragancia hecha a ti,
Cuando hacíamos el tiempo eterno, en las noches de luna
O cuando el cielo parecía solitario….
Has de ser para mí tal cual como yo te creé,
Eres el reflejo de mi más dulce sueño bondad mía,
Hermosa sombra que mi llanto apaga,
Tibia luz que alumbras mi sendero,
Rostro de mi bondad,
Reflejo se mí sueño mas dulce bondad mía


Joseph A. Lara Rodríguez

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